sábado, 29 de noviembre de 2014


Es una imagen rotunda y poderosa la de un oso volcando todo el peso de su cuerpo sobre el tronco infausto del árbol del maná, tratando de desprender sus frutos con el incesante balanceo; podría está imagen pedestre y terrena adecuarse para describir la actitud de algún presidente autonómico frente a la configuración de los presupuestos nacionales, o porque no, cualquier mandatario nacional ante los fondos europeos. Se va desvelando la naturaleza de los garantes de la democracia y ante tal revelación al espectador se le viene al pensamiento aquel documental de la dos en el que un grupo de hienas esconden tras sonrisa protocolaria la intención de llevarse el mayor pedazo de carne aunque este corresponda al almuerzo de uno o varios de sus vecinos. Cada vez con más frecuencia corre la sensación de que los dientes de acero inoxidables que exhiben algunas de sus señorías sólo sirven para despedazar en beneficio propio la riqueza común, a fuerza de repetir está conducta su cerebro ha perdido la capacidad para crear riqueza y administrarla, si es que alguna vez esta existió

Naturalmente está es una burda descripción del paisaje político, en ningún momento un ser carente de raciocinio hubiera sido capaz de calcinar casi hasta los cimientos el sistema financiero público con tanta eficacia como ha ocurrido, no es tan fácil el lograr disparate acontecido. Las cajas se han quemado como la Roma de Nerón y con la gasolina de las hipotecas también una parte del sector de la construcción que aun está deseando declarar el incendio controlado. Y como una falla del tamaño de los pirineos la hoguera ha resultado tan notoria que hasta el mismismo santa claus se le han coloreado las mejillas, del calor de la vergüenza ajena, allá por el círculo polar. Todo un hito que como dijo aquel día un bigotudo Aznar: “Se trata de poner a España en el lugar histórico que le corresponde....”

Pues si, hablando de vanidad, algunos de sus señorías la convirtieron en alto horno, un alto horno de las vanidades, alimentado por, recalificaciones, promociones, aeródromos, viales.... garantizando con ellas unas elevadas comisiones. Pero se cayó, se vino abajo el castillo de naipes de puro obvio y endeble, se acabó el combustible, nos quedamos sin gasolina hipotecaria y el humo llegó a nublar a todo el occidente por unos meses. Cuando se fue el humo, en medio de las cenizas y las ruinas la luz del sol dio de lleno y nos encontramos con más de seis millones de parados, casi un billón de euros de deuda y una cantidad de escombros innumerables que restaurar sobre los hombros de no se sabe quién. Es mejor pensar que este no es lugar que un país se merece en la historia por que hemos llegado a cotas que nadie soñó nunca.

Así que en medio de tan excesiva dosis de realidad, se cierra el círculo y volvemos a la carne cruda, la sangre de las comisiones ilegales mancha los dientes afilados y se desliza por las comisuras de algunas de sus señorías que caen en combate. Pero además de las cabezas que ha cortado la ley no habido ni un sólo gesto de responsabilidad, ni una dimisión, ni un una mueca digna de la tan cacareada democracia, que cada vez más recuerda a un animal mitológico, hablando de animales.

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