Es una imagen rotunda y
poderosa la de un oso volcando todo el peso de su cuerpo sobre el
tronco infausto del árbol del maná, tratando de desprender sus
frutos con el incesante balanceo; podría está imagen pedestre y
terrena adecuarse para describir la actitud de algún presidente
autonómico frente a la configuración de los presupuestos
nacionales, o porque no, cualquier mandatario nacional ante los
fondos europeos. Se va desvelando la naturaleza de los garantes de la
democracia y ante tal revelación al espectador se le viene al
pensamiento aquel documental de la dos en el que un grupo de hienas
esconden tras sonrisa protocolaria la intención de llevarse el mayor
pedazo de carne aunque este corresponda al almuerzo de uno o varios
de sus vecinos. Cada vez con más frecuencia corre la sensación de
que los dientes de acero inoxidables que exhiben algunas de sus
señorías sólo sirven para despedazar en beneficio propio la
riqueza común, a fuerza de repetir está conducta su cerebro ha
perdido la capacidad para crear riqueza y administrarla, si es que
alguna vez esta existió
Naturalmente está es
una burda descripción del paisaje político, en ningún momento un
ser carente de raciocinio hubiera sido capaz de calcinar casi hasta
los cimientos el sistema financiero público con tanta eficacia como
ha ocurrido, no es tan fácil el lograr disparate acontecido. Las
cajas se han quemado como la Roma de Nerón y con la gasolina de las
hipotecas también una parte del sector de la construcción que aun
está deseando declarar el incendio controlado. Y como una falla del
tamaño de los pirineos la hoguera ha resultado tan notoria que hasta
el mismismo santa claus se le han coloreado las mejillas, del calor
de la vergüenza ajena, allá por el círculo polar. Todo un hito que
como dijo aquel día un bigotudo Aznar: “Se trata de poner a España
en el lugar histórico que le corresponde....”
Pues si, hablando de
vanidad, algunos de sus señorías la convirtieron en alto horno, un
alto horno de las vanidades, alimentado por, recalificaciones,
promociones, aeródromos, viales.... garantizando con ellas unas
elevadas comisiones. Pero se cayó, se vino abajo el castillo de
naipes de puro obvio y endeble, se acabó el combustible, nos
quedamos sin gasolina hipotecaria y el humo llegó a nublar a todo el
occidente por unos meses. Cuando se fue el humo, en medio de las
cenizas y las ruinas la luz del sol dio de lleno y nos encontramos
con más de seis millones de parados, casi un billón de euros de
deuda y una cantidad de escombros innumerables que restaurar sobre
los hombros de no se sabe quién. Es mejor pensar que este no es
lugar que un país se merece en la historia por que hemos llegado a
cotas que nadie soñó nunca.
Así que en medio de
tan excesiva dosis de realidad, se cierra el círculo y volvemos a la
carne cruda, la sangre de las comisiones ilegales mancha los
dientes afilados y se desliza por las comisuras de algunas de sus
señorías que caen en combate. Pero además de las cabezas que ha
cortado la ley no habido ni un sólo gesto de responsabilidad, ni una
dimisión, ni un una mueca digna de la tan cacareada democracia, que
cada vez más recuerda a un animal mitológico, hablando de animales.